Fernando Oscar

Fernando Oscar tiene el peor trabajo del mundo.
Es dueño de un local de reparación de video-casette y radios portátiles, heredado de su padre. Nunca pensó que la tecnología lo pasaría por arriba, sin embargo mientras que pueda comer y darle de comer a su perro Cesar, él esta bien. Pero siente que su trabajo dejo de ser la rutinaria disciplina de reparar botones y soldar cables. Junto al local hay una medianera pintada con cal, todas las noches un desconocido pinta un corazón apasionado con una leyenda desgarradora y tan romántica que parece extraída de las obras más significantes de la poesía. Cada nuevo día Fernandito llega temprano a su negocio vuelve a leer el mural, todos los dias es un poema nuevo y cada nueva lectura se le rompe un poco mas el corazón. Con unos celos que lo ciega entra al local y del mostrador saca un cepillo de pelo metálico, un poco de tinner, con todas sus fuerzas y celos que le causa no poder amar a nadie, pasa el cepillo, una y otra vez, hasta no dejar rastro del redentor mensaje emplea tanta fuerza que desnuda la pared y deja ver su interior de ladrillos. Luego prepara la cal, la cura y vuelve a vestir la pared de una blancura que quema la vista. Nunca utilizo tanta fuerza y destreza para algo en la vida, por eso piensa que su trabajo de cada día es borrar ese mensaje y no dejar que el destinatario pueda soñar o imaginar quien puede ser el apasionado remitente.Es tanta la maña que emplea en este acto que no se da cuenta que cada vez que lo borra pierde un poco de su corazón y así la oportunidad de encontrar uno que lo acompañe en los pocos años de vida que le queda.
El infeliz de Fernandito no sabe que el autor anónimo es Claudia, la muchacha de la mercería “Gloria” que queda justo frente a su local, que con mucho temor y vergüenza todas las noches cuando lo ve cerrar el local corre rápidamente al fondo la mercería toma el balde pintura y con la inspiración que solo los enamorados que no son correspondidos tienen, le declara a Fernandito su fiel y eterno amor.